Mea culpa

En la ciudad de Salamanca acontecen una serie de suicidios que afectan a jóvenes. Eduardo Cortés López pololea con Betsabé. Pero la familia de ella se opone a la relación ¿Podrá él superar los obstáculos, o será otra víctima más que, agobiado por la apatía y frustración, tome una decisión drástica?

La vida de Francisco Amigo (Braulio Martínez) está marcada por el infortunio. Solo, sin padres, sin familia, sin afecto. Sin duda, caldo de cultivo para caer en las garras de la delincuencia. Se cobija en sus amigos. Es por eso que sus pasos no tienen destino. Cierta noche, vive una experiencia que jamás podrá olvidar.

Sandra del Pilar Barra (Alejandra Carrasco) nació en Loncoche y a los 11 años, por problemas económicos, su familia se trasladó a Temuco. Siempre fue objeto de miradas cargadas de sexualidad por parte de los adultos. Muchos tíos y amigos de la familia intentaron sobrepasarse con ella, creándole un serio conflicto en su ingenua vida infantil.

En Ñiquén, pueblo cercano a Chillán, emerge una historia difícil de olvidar. Sus protagonistas son gente común y corriente. Pero viven la herencia de una cultura y costumbres que, poco a poco, los hace comprometer hasta su propia existencia.

Andrés Talamilla (Vittorio Yaconi) logra ingresar a la universidad para estudiar Arquitectura. Durante los primeros años, se convierte en un alumno aventajado. Paralelamente participa en un taller de teatro. De pronto, las cosas empiezan a cambiar. Sin explicación alguna, se cansa más fácilmente, le cuesta concentrarse y padece, incluso, lagunas mentales. Se ve envuelto en un hecho fortuito. La justicia aplica, inmerecidamente todo el rigor, sin tomar en cuenta ni su estado de salud, ni su irreprochable conducta. Esto desata graves consecuencias.

Lucy (Evelyn Wilke) es una joven de 18 que vive en un hogar de costumbres conservadoras, bajo el dominio de su madre (María Angélica Díaz) y su abuela, en un sector rural de La Ligua. Conoce a Fernando Tomás Leighton), un compañero de trabajo. Inician una relación. Ella queda embarazada, pero él no desea ser padre. La insta a abortar y ella se niega. Cuando se enteran su madre y abuela, urden un macabro plan, para evitar la sanción social y ser señaladas, si el resto se entera que Lucy será madre soltera.

Pedro Riveros (Guillermo Cahn) fue víctima de violencia cuando pequeño. Y él repite el mismo patrón cuando grande. Pero lo que nadie sospecha es que será capaz de olvidarse que es padre al ultrajar sistemáticamente a su pequeña hija, desde los 10 hasta los 12 años.

Eduardo Germany (Alfredo Portuondo) se convierte en un connotado ginecólogo. De espíritu generoso, altruista, amigo de sus amigos, muy querido y respetado por pares y pacientes. Pero entra al mundo de las drogas y poco a poco, empieza a transitar por un oscuro callejón.

Esta historia se deja entrever en el entorno de San Felipe y da señales de un acto criminal que no tiene precedentes. Una serie de hechos extraños, no resueltos, comienzan a inquietar a la comunidad y una ola de rumores inunda la zona, en busca de culpables. Pero precisamente en un humilde hogar se enquista el germen de la duda.

Wilson Vega (Pablo Muñoz), ante la muerte de su madre y el abandono de su padre, se cría con su abuela. Al crecer, la ausencia de una figura maternal lo transforma en un muchacho que se dedica a robar cosas para conseguir dinero fácil, además de caer en el mundo de las drogas. Esto lo lleva a protagonizar una cruenta experiencia.

Orlanda (Muriel Cornejo), separada y con hijos grandes, se involucra con Javier (Mauricio Aravena), un pescador 27 años menor. Rudo y machista, solo quiere sacarle dinero. Ella se deslumbra, sin saber que todo terminará en un trágico desenlace.

En el registro de la criminología chilena se inserta, quizás, la historia más cruel, más triste y, porqué no decirlo también, la más inexplicable de la que se tenga memoria. Todos los hechos que le dan forma y vida converfen de una manera misteriosa, donde solo podemos aferrarnos a los caprichos de la coincidencia.