Mea culpa

Esta es la historia de Juan Catalán Aguilera (Mauricio Pitta), un hombre nacido en la comuna de Renca. Cuando tenía cuatro años, su padre falleció y de ahí en adelante, estuvo al cuidado de su padrastro. Quizás esta circunstancia determinó su vida y marcó su conducta para el resto de sus días. Juan apenas terminó la educación básica y desde muy temprano, entendió que el trabajo no era lo suyo, muy por el contrario, toda su inteligencia, la aplicó en la delincuencia, hasta llegar a ser de este oficio su verdadera y única fuente de ingresos. Unido a esta decisión de estar en contra del sistema, por cierto no le hizo el quite al alcohol, a la marihuana y a toda clase de drogas más duras aún.

El Padre Benedicto Piccardo (César Arredondo) es rector del Liceo de Hombres Manuel Montt desde 1974. Ha formado a más de 31 generaciones de estudiantes. Por su conducta, rectitud y disciplina, logró convertir a este establecimiento en el más emblemático de Puerto Montt. Tanto así que llegó a ser considerado entre los 15 liceos más importantes del país. A pesar de sus 77 años, jamás ha abandonado su lema grabado a fuego hacia los alumnos, como es educar, instruir y amar.

Alejandro Rivas Celedón (Juan Rodríguez) fue trasladado desde Iquique a Calama para cumplir condena por robo. La razón de su cambio de cárcel es, básicamente, porque aquí se encuentra su familia. Alejandeo es casado y tiene dos hijos. Y por primera vez ha incurrido en un acto delincuencial. Si bien solo posee educación básica, este joven ha sido un hombre de trabajo. En el negocio de restaurante que tiene su madre, aprendió música. Luego su amor por la percusión lo llevó a formar parte de un conjunto con el cual tocó en varios locales de Calama.

Esta historia nos lleva a un laberinto de reflexiones respecto a la seguridad, a la delincuencia y, fundamentalmente al amor de un jefe de familia hacia sus hijos. Por cierto, así como a nadie le enseñan a ser padre, tampoco sabemos qué hacer cuando alguien se violenta contra nosotros o contra nuestros seres queridos.

Estamos frente a una historia que, en modo alguno, puede pasar inadvertida. Más que eso, debe servir de ejemplo para muchos que entienden tardíamente, lo importante y esencial que debe ser cautelar el crecimiento y desarrollo de un hijo.

Marcia Pérez (Ana Mazuelos) compartió su infancia con Luz Perán (Ángela Vallejos) en la Isla Grande de Chiloé. Y jamás pensaron siendo niñas que, a su pesar, el resto de sus vidas estarían ligadas.

Jorge Velásquez Núñez (Max Corvalán) es un policía de excepción y acostumbra enriquecer su carrera con cursos de perfeccionamiento en distintas áreas. Pero esto se verá empañado cuando dé rienda suelta a sus bajos instintos.

Este caso plantea uno de los hechos de violencia intrafamiliar más crudos, sórdidos y bestiales que jamás se hayan visto.

Esteban González Araneda (Alex Rivera), alias “Tito Van Damme” fue criado por sus abuelos, hecho que no fue menor en su vida. Recibió no solo afecto, cariño y educación con ellos sino una férrea disciplina. Precisamente, sus inicios con las artes marciales tienen que ver con el apoyo que siempre tuvo del ser que él más quiere y respeta: su abuelo. Tito Van Damme siempre ha tenido especial empatía con los movimientos militares y también una marcada tendencia al pensamiento nacionalsocialista, más conocido como neonazi.

Esta historia es fuerte, cruenta y dolorosa. Pero su mayor impacto está dado por el reflejo que ella tiene con un gran número de chilenos que hoy han hipotecado su vida por el alto nivel de endeudamiento que han alcanzado. Siempre que se gasta más de lo que se gana o las ambiciones son desmedidas, más temprano que tarde la vida cobra su factura. Y cuando ello acontece, la vida lo puede llevar como en este caso a la muerte.

En el corazón de la sexta región acontece esta historia que conmovió a la comunidad. Está consignado como uno de los hechos más violentos y sorprendentes que han sucedido en la zona. Pero a la vez, es el ejemplo en carne viva de la inusitada, incondicional y malinterpretada lealtad que puede llegar a tener un simple funcionario con la empresa para la cual trabaja.

Estamos frente a una historia diferente. Que más allá de hacernos reflexionar, nos llevará con particular agudeza al corazón mismo de uno de los tipos de delincuencia más inocentes, pero a la vez más violentos que se anidan en la sociedad moderna: el bien y el mal, el rico y el pobre, la ignorancia y la cultura. Todo ello conforma un relato que nos sorprenderá. Siempre hemos escuchado aquello de que nadie muere ni un minuto antes ni un minuto después. Pero ahora este axioma se revierte caprichosamente.