La bomba atómica detonó a 400 metros sobre Seúl. La explosión resultante equivalió a 22 kilotones, generando una temperatura de unos 4.000 grados centígrados. Se calcula que unas 60.000 personas fallecieron inmediatamente. Jimena y Richi entran de nuevo en el coche tras presenciar la explosión atómica y continúan su trayecto hacia Corea del Norte, pero cuando están a punto de llegar la zona desmilitarizada, son detenidos. Les impiden seguir avanzando y los llevan hasta su base, ubicada en una playa que da al mar Amarillo. Desde allí se ve un portaviones americano, el John F. Kennedy, escoltado por cuatro destructores y una fragata. Jimena y Richi son introducidos en una lancha que los lleva al portaviones. Ellos dicen ser periodistas, pero los militares no atienden a razones y son encerrados en un camarote. Pasan varias horas allí dentro hasta que un capitán se persona ante ellos. Responde al nombre de Velarde.

Parece que los americanos tenían ordenes de retener a todos los que llegaran a la zona, el presidente del gobierno quiere saber qué hace Jimena Torres en Corea. No quiere que la situación se descontrole, pero los medios comienzan a llamar, la periodista Raquel Arjona llama a la ministra para invitarla a su programa. Sabe que Jimena está en Corea del Norte. Cuando Jimena y Richi están a punto de ser ejecutados, otro grupo armado irrumpe en el hotel y detienen el ajusticiamiento a punta de fusil. Introducen a Jimena y a Richi en una furgoneta y huyen de allí a toda velocidad, pero Jimena y Richi pierden en el proceso, sus pasaportes falsos y también sus equipajes (donde llevaban el teléfono inalámbrico, los portátiles y la cámara de fotos). Los rescatadores de Jimena y Richi los conducen hasta un pabellón industrial en las afueras de la ciudad. Una vez allí, se presentan por fin. Su líder es un joven norcoreano que se hace llamar Seok. En un mal inglés les explica que forman parte de u

La Casa Blanca denuncia que Rusia está enviando armas a Corea del Norte y que ha puesto sus hackers a disposición del Líder Supremo. En el ministerio español de Asuntos Exteriores, el director del CNI reporta a la ministra la situación de Jimena. Saben que está en el campo de la ONG. El director del CNI asegura que el otro agente la tiene localizada, pero solo descubrirá su condición si no queda más remedio. Mientras, Jimena y Richi colaboran en las labores de la ONG en el paupérrimo campo coreano. El exsacerdote Marc Caral les enseña lo que allí se hace. Es una labor humanitaria de la que nadie habla. El gobierno de Corea del Norte hace la vista gorda. La única condición es que no trate de evangelizar a los campesinos, y Caral no lo hace. “No necesito predicar la palabra de Dios. Me basta con hacer su voluntad”.

Ernesto quiere saber dónde está Jimena. A Caral le han dado una paliza y ahora le aplican corriente eléctrica, pero nada funciona… por ahora. Jimena y Richi se despiertan en el cine cuando el anciano que vive allí empieza a proyectar una película. Richi la conoce, es “El delator”, de John Ford. Queda claro que el anciano era el proyeccionista de ese cine que ahora usa como el salón de su propia casa. Y queda también claro que el cine escapaba al control del régimen, ya que las películas estadounidenses están terminantemente prohibidas. Jimena no entiende por qué Caral los mandó allí. El anciano no les hace el menor caso, ni les habla siquiera, y no hay nada en ese sitio que pueda ayudarles. Solo el anciano cinéfilo y un burro ciego. Además, según el mapa, no hay rastro de civilización en muchos, muchos kilómetros a la redonda.

Un boletín nos informa de que Estados Unidos ha sufrido un ataque hacker provocando un apagón en Wall Street. La Casa Blanca culpa a Rusia y a China y anuncia una serie de represalias que empezarán por la inmediata expulsión de todos sus embajadores en suelo americano. Jimena, en un emplazamiento desconocido, es sometida a un estado de privación sensorial. Está en un cuarto oscuro, atada a una silla, bombardeada por luces estroboscópicas y una combinación de música atonal y ruidos industriales. De cuando en cuando, entran un coreano en bata que se limita a inyectarle un líquido en un brazo.

Richi (Carlos Bardem) vuelve en sí en el cine. Está tumbado en una cama. La herida de bala le ha mantenido inconsciente varios días, imposible saber cuántos. Durante ese tiempo, le ha atendido el silencioso anciano. Así es como Richi descubre que Ernesto (Jorge Perugorría) se ha llevado a Jimena (Adriana Ugarte) . Él quiere ir tras ella, pero no puede hacerlo. Sigue sin tener un medio de transporte y el disparo, en la tripa, le abrasa como mil demonios. Por si fuera poco, los hombres de Ernesto destrozaron la radio. Está atrapado en ese pueblo.

El general (Juan Fernández) y la ministra de Asuntos Exteriores (Ana Wagener) se reúnen con el presidente del Gobierno (Nancho Novo). Le presentan en detalle la operación Hush, diseñada por las fuerzas británicas. El objetivo es liberar a Jimena (Adriana Ugarte). El porcentaje de éxito de la misión, según Reino Unido, es un de un 20%. Quieren saber si España aprueba la misión a pesar de las malas perspectivas. Por su lado, Jimena sigue recuperándose en la enfermería. Está mejor físicamente, pero psicológicamente destrozada por haber confesado (aunque sigue sin recordar haberlo hecho). Ernesto (Jorge Perugorría) la visita y la invita a dar un paseo.

Un informativo anuncia la explosión del Estadio Rungrado Primero de Mayo. En su interior ha fallecido un grupo de agentes de las fuerzas británicas y, se dice, un número indeterminado de norcoreanos. La noticia no menciona a Jimena ni tampoco el objetivo de la operación. En el ministerio español de Asuntos Exteriores presenciamos las reacciones al fracaso de la operación. La ministra no puede estar más indignada y se desahoga con el director del CNI. Nadie sabe si Jimena está viva o muerta. Nadie sabe qué ocurrió dentro del dichoso Estadio, ¡nadie sabe nada! El director del CNI le asegura que todo el mundo está buscándola. Y que la encontrarán.